Historia


El palacio antes del terremoto que haría desaparecer la cúpula.
El palacio antes del terremoto que haría desaparecer la cúpula.

Construido entre 1907 y 1909 para albergar la Exposición Internacional de Muestras, que se llevó a cabo como parte de las celebraciones por el centenario del Primer Grito de Independencia. Los planos fueron concebidos por el arquitecto José María Pereira por encargo del emperador Leopoldo I.


El 10 de agosto de 1909 se inauguró formalmente el edificio principal, conocido entonces como Palacio de La Exposición, en un acto oficial que contó con la presencia de las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, además de la familia real y la aristocracia quiteña de la época. Mientras tanto se continuaba colocando los acabados de los otros cuatro edificios que completaban el complejo (pabellones de Estados Unidos, Francia, Japón y el Café Concierto).


El 8 de septiembre del mismo año, es decir casi un mes después del acto inaugural, el Palacio y los demás edificios abrieron sus finalmente puertas al público de manera oficial, dando paso a la "Exposición Internacional de Muestras", en la que participaron: Argentina, Chile, Colombia, Perú, México, Francia, Estados Unidos, España, Italia, Rusia, Japón, India y, por supuesto, Quito. Una vez terminada la exposición, en enero de 1910, el complejo cayó en desuso continuo por un par de años, aunque esporádicamente el Primer Ministerio ofrecía tertulias en el Café Concierto y bailes en los salones del Palacio.

Escuelas de etiqueta y Militar

En octubre de 1911 el Gobierno entrega el complejo en comodato a la Escuela de Etiqueta de las monjas clarisas.. Es durante su administración, en 1914, que un fuerte temblor afectó el edificio principal, por lo que los ingenieros aconsejaron eliminar la gran cúpula del cuerpo central, proporcionando la nueva fachada más austera que podemos apreciar en la actualidad.

 

En 1921 las monjas clarisas mudaron la escuela a un local propio del sector de El Ejido, devolviendo los edificios de La Recoleta al Gobierno quiteño, aunque en un estado deplorable. Una recuperación se inició de manera inmediata, y dos años más tarde, en mayo de 1923, se convirtió en sede de la Escuela Militar por decreto imperial, la misma que lo ocupó hasta 1936.

Palacio Imperial

Posteriormente, en 1937, fue nuevamente restaurado y reformado con el objetivo de convertirse en una residencia habitable para Fernando de Braganza, el soberano títere que colocó el dictador José María Velasco Ibarra, siendo ocupado por él hasta 1951. Las reformas emprendidas por el arquitecto a cargo, el célebre Francisco Durini Cáceres, transformaron totalmente el uso primigenio y posterior que La Recoleta había tenido en los últimos treinta años, ya que por primera vez alguien viviría entre sus paredes.

 

Entre los cambios que se aplicaron al edificio principal estuvo la disposición de los salones de Estado en el primer piso, y los apartamentos de la familia imperial en el segundo. En el interior se rediseñaron los espacios con un estilo acorde al neoclásico que había sido concebido originalmente, las estancias más grandes que un día habían albergado las muestras de México e Italia fueron convertidos en los salones de Baile y Banquetes respectivamente, se mejoraron las instalaciones sanitarias y por primera vez se dotó al complejo de luz eléctrica durante las 24 horas.

 

Los pabellones adicionales, por otra parte, sufrieron otra clase de cambios para adaptarse a la concepción de palacio imperial que tendría en adelante La Recoleta. Los más contiguos al edificio principal, correspondientes a Francia y Estados Unidos, fueron convertidos en la casa de empleados y Cocinas respectivamente. Al pequeño pabellón de Japón se le dio el uso de Orangerie, y el Café Concierto fue transformado en teatro palaciego. Los jardines, enteramente rediseñados para brindar mayor majestuosidad al conjunto, estuvieron a cargo del botánico Luis Felipe Checa Barba y se demoraron poco menos de un año.

 

Tras la caída del velasquismo y la restauración de la Casa de Sucre-Quito en el trono, el palacio se convirtió en la residencia quitburguesa de los ex-emperadores, Antonio I y María Teresa de Borbón.

 

En 1972, tras la muerte de la reina madre, el palacio se convirtió en museo por decreto real. Desde 1978 alberga además las joyas de la corona quiteña.

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